Y el nuevo hype soulero de la temporada pisó Barcelona. Cuidado, esta vez digo lo de hype sin mala intención. Aunque no deja de ser enojante que una formación prácticamente novel y con un único LP en su haber, un combo que NADIE conocía 3 meses atrás, congregue a tan numerosa audiencia en su primera gira ibérica -supongo que es cuestión de practicar el estilo musical adecuado en el momento adecuado-, la verdad es que el septeto de Birmingham, Alabama, merece la atención que medios y público les están brindando. Siendo puntillosos, Paul Janeway -St. Paul-, su orondo vocalista con aspecto de victima crónica de bullying escolar, es quien realmente la merece: sus Broken Bones son una muy buena banda de respaldo, pero como ellos, a patadas. Sin embargo, de Paul Janeways hay pocos. Por su estratosférica voz, las enormes tablas que demuestra y las cachondas -y casi obligadas en todo buen soulman que se precie- dosis de teatro y excentricidad -sorprendente agilidad teniendo en cuenta su silueta-, ese chico es un crack. Si mis palabras no son lo suficientemente ilustrativas, acudid a Youtube y veréis a la bestia en acción.
Tras una efectiva intro, en la que todos los instrumentistas de la banda -súper competente sección de vientos incluida- engrasan sus herramientas de trabajo, el amanerado Paul salta al escenario atacando la torrencial "Dont' Mean a Thing". Ya desde el minuto 1 queda claro que en el sonido Broken Bones mandan trompeta y saxo, omnipresentes durante todo el recital, en detrimento de la guitarra de Browan Lollar, quien no terminaría de desmelenarse hasta los bises, cuando se sacó de la manga un par de solos con un ímpetu propio del que exclama un "ya era hora, joder!". Si quereis un show de soul sudoroso y guitarrero, casi hard rockero, pedid hora con Vintage Trouble. Los protagonistas de la velada que nos ocupa se ciñen más a la ortodoxia del southern soul y, si bien cuentan con un single tan agitado como pueda ser "Call Me" o recurren a clásicos bailongos del género como "Shake" de Sam Cooke y "Ninety-Nine and a Half (Won't Do)" de Wilson Pickett, en el menú propuesto abundan las sentidas baladas. Sí, "Dixie Rothko" o "I'm Torn Up", entre otras tantas, son preciosas, y es todo un espectáculo ver a Janeway cantando desgarrado al desamor mientras cae de rodillas, amenaza a su amante imaginaria con su zapato color oro, deseoso de convertirse en el Arda Turan del Soul, o se seca el sudor de la frente con un pañuelo carmesí, pero puedo entender el malestar de los que venían a mover el esqueleto.
Por cierto, versionar a totems de la música negra como Cooke, Pickett o Redding (por partida doble) puede entrar en todas las quinielas, pero esas covers de Radiohead ("Fake Plastic Trees"), Tom Waits ("Make It Rain") y, especialmente, Bowie ("Moonage Daydream"), llevadas totalmente a su terreno, de tal manera que parecían estándares grabados en Muscle Shoals en 1967, sorprendieron gratamente al personal. La próxima vez que visiten la Ciudad Condal lo harán en el marco de uno de esos festivales programados por y para la burguesía local. Medio millar de afortunados soltaremos entonces el repelente topicazo de "yo estuve en la gira buena".