Dada la abundancia de crónicas triunfales -trufadas de nostalgia a raudales, eso sí- y el vox populi -tanto entre círculos rockeros como en círculos, por llamarlos de alguna manera, generalistas- de que estas dos fechas hispanas de los reunidos
GN'R han sido algo histórico, hasta me da algo de verguenza cuando, cuestionado por algún colega sobre lo vivido en
Bilbao, le suelto un templado "bien, no estuvo mal". Cuando ellos esperan mi 11/10, yo firmo un 7,5. Así es, me encantaría sumarme a la corriente y comulgar con la euforia generalizada -de hecho, influenciado por la lectura de la opinión de los otros, mañana iría a un
Estadi Olímpic, mientras que justo a la salida del concierto daba por cerrada mi relación con los
Guns N' Roses de formato estadio- y declarar que ha sido uno de los momentos más especiales de mi vida, pero aquí se trata de ser honestos.
GN'R son MI BANDA desde otoño de 1991 y he estado más de 20 años soñando con la reconciliación -al menos a nivel profesional- de
Axl y
Slash, pero amigos, en
San Mamés no terminé de conectar. No culpo a la banda: cerca de 3 horas de concierto, profesionalidad máxima, entrega intachable y gran estado de forma del nucleo duro -asumiendo que, a diferencia de
Slash y
Duff, el
Axl de 2017 no es compable con el
Axl de 1992 ... ni con el de 2010-. Y por supuesto, un repertorio tremendo, del que, como "highlights", destacaría la matadora dupla inicial "
It's So Easy"/"Mr.Brownstone", unas tremebundas "
Live and Let Die", "
Double Talkin' Jive" -aún recuerdo la caída de Slash en show barcelonés del 93, terminando el tema desde el suelo, con la guitarra partida- y "
Coma", la inmortal interpretación del tema principal de "
El Padrino" y, en contra de todo pronostico -pues odio esa canción, la veo más propia de
David Bustamante que de
Guns N' Fuckin' Roses-, una sentida "
This I Love" en que
Axl se lució. Y
Slash finiquitando el grand finale de "
Paradise City" con su
Les Paul por detrás de la testa, por supuesto. A nivel de set-list, sólo criticaría el exceso de temas instrumentales ajenos -aunque olé por esos homenajes a
Gregg Allman y
Chuck Berry en forma de "
Melissa" y "
Johnny Be Good", respectivamente-, aunque si no fuera por esos interludios y la media docena de epopeyas a lo "
Estranged", "
November Rain" o "
Sorry", el show se quedaba en hora y media.
Ante lo expuesto, ¿bien por
GN'R y mal
Sammy? Probablemente. Ver el show a 20 millas del escenario, de puntillas, con el ángulo visual mermado por cabezones, no ayudó. Nada que, en la próxima ocasión, un Golden Ring o un asiento de grada bien escogido no puedan solucionar (ojalá).