El curioso caso de D-A-D (conocidos como Disneyland After Dark hasta que la compañía del tío Walt puso sus abogados a trabajar): mientras que en el área escandinava son toda una institución, una banda de éxito masivo que encabeza listas y lleva 30 años llenando grandes recintos, en el resto del mundo son puro underground y se ven forzados a tocar en pequeños clubs. En la tercera visita del combo danés a Barcelona, la sala Apolo 2 presentó una respetable media entrada larga, si bien la mayor parte del público estaba formado por miembros de la numerosa comunidad nórdica de la ciudad; el resto, mezcla de curiosos y de viejos rockeros locales que aprecian esos dos pequeñas joyas hard-rockeras denominadas "No Fuel Left for the Pilgrims" (1989) y "Riskin' it All" (1991).
Como esta gira se enmarca en la celebración del 30 aniversario de la banda, era de preveer que el set-list consistiría en un repaso a su dilatada trayectoria. Efectivamente, si bien D-A-D fundamentan su show en los clásicos escritos hace más de 20 años que todo el mundo quiere escuchar -en la nostalgia, vaya-, también dan protagonismo a los temas más conocidos, al menos en los países fríos, de sus obras más recientes. Así, tras una instrumental denominada "Rin Tin Tin" (supongo que relacionada con el famoso can) tocada de espaldas al público, D-A-D se lanzan a la yugular del respetable con salvajes oldies como "Yihad", "Girl Nation", "Grow or Pay" o "Overmuch" -la mayoría con esa guitarra spaghetti-western que fue su primera marca distintiva-, pero no tardan en desgranar temas de etapas posteriores como "Reconstrucdead" (recuerdo que su clip llegó a emitirse en los 40 Principales de Canal +), "Monster Philosophy", "Everything Glows" o "I Want What She's Got" en los que, siempre con una base rockera, juegan sin rubor con sonidos industriales o incluso con ritmos bailables a lo Franz Ferdinand ... supongo que esta faceta camaleónica y esa actualización de su sonido ha sido clave para atraer a las nuevas generaciones danesas que, disco tras disco, todavía les aupan al nº1 local.
Para terminar el show, eso si, no se andaron con experiementos y utilizaron artillería pesada añeja: sus semi-hits "Sleeping my Day Away" y "Laugh and a Half", el blues acedeciano "I Won't Cut my Hair" -oportunamente dedicado a los presentes en la sala 77', teloneros de la manga francesa de la gira-, la garrula "Bad Craziness" y la seminal "It's After Dark" compusieron el cierre "oficial" del show y las dos posteriores tandas de bises. Cuando parte del público ya había abandonado la sala, la banda aún tuvo fuerzas para salir por tercera vez de los camerinos y tocar una rareza de corte punkarra.
Son señores que rondan los 50 años, pero encima de las tablas, por entrega, energía e incluso aspecto físico, nadie lo diría. Jesper Binzer, super comunicativo, es el perfecto maestro de ceremonias; su hermano Jacob, guitarra, con su cara de malo de Serie B, hace gala una sobriedad a lo Izzy Stradlin, mientras que Stig Pedersen -el dandy macarra por excelencia, el Brian Ferry del hard-rock- y su colección de bajos imposibles de dos cuerdas aportan el espectáculo. Notable alto para D-A-D.
Como esta gira se enmarca en la celebración del 30 aniversario de la banda, era de preveer que el set-list consistiría en un repaso a su dilatada trayectoria. Efectivamente, si bien D-A-D fundamentan su show en los clásicos escritos hace más de 20 años que todo el mundo quiere escuchar -en la nostalgia, vaya-, también dan protagonismo a los temas más conocidos, al menos en los países fríos, de sus obras más recientes. Así, tras una instrumental denominada "Rin Tin Tin" (supongo que relacionada con el famoso can) tocada de espaldas al público, D-A-D se lanzan a la yugular del respetable con salvajes oldies como "Yihad", "Girl Nation", "Grow or Pay" o "Overmuch" -la mayoría con esa guitarra spaghetti-western que fue su primera marca distintiva-, pero no tardan en desgranar temas de etapas posteriores como "Reconstrucdead" (recuerdo que su clip llegó a emitirse en los 40 Principales de Canal +), "Monster Philosophy", "Everything Glows" o "I Want What She's Got" en los que, siempre con una base rockera, juegan sin rubor con sonidos industriales o incluso con ritmos bailables a lo Franz Ferdinand ... supongo que esta faceta camaleónica y esa actualización de su sonido ha sido clave para atraer a las nuevas generaciones danesas que, disco tras disco, todavía les aupan al nº1 local.
Para terminar el show, eso si, no se andaron con experiementos y utilizaron artillería pesada añeja: sus semi-hits "Sleeping my Day Away" y "Laugh and a Half", el blues acedeciano "I Won't Cut my Hair" -oportunamente dedicado a los presentes en la sala 77', teloneros de la manga francesa de la gira-, la garrula "Bad Craziness" y la seminal "It's After Dark" compusieron el cierre "oficial" del show y las dos posteriores tandas de bises. Cuando parte del público ya había abandonado la sala, la banda aún tuvo fuerzas para salir por tercera vez de los camerinos y tocar una rareza de corte punkarra.
Son señores que rondan los 50 años, pero encima de las tablas, por entrega, energía e incluso aspecto físico, nadie lo diría. Jesper Binzer, super comunicativo, es el perfecto maestro de ceremonias; su hermano Jacob, guitarra, con su cara de malo de Serie B, hace gala una sobriedad a lo Izzy Stradlin, mientras que Stig Pedersen -el dandy macarra por excelencia, el Brian Ferry del hard-rock- y su colección de bajos imposibles de dos cuerdas aportan el espectáculo. Notable alto para D-A-D.